Pastor Diego Forero

Marcos 5:21-43 Reina Valera Contemporánea (RVC)

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

21 Jesús regresó en una barca a la otra orilla, y como una gran multitud se reunió alrededor de él, decidió quedarse en la orilla del lago. 22 Entonces vino Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga, y cuando lo vio, se arrojó a sus pies 23 y le rogó con mucha insistencia: «¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida.»

24 Jesús se fue con él, y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba. 25 Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias 26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, pero que lejos de mejorar había gastado todo lo que tenía, sin ningún resultado. 27-29 Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad. 30 Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» 31 Sus discípulos le dijeron: «Estás viendo que la multitud te apretuja, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» 32 Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién había hecho eso. 33 Entonces la mujer, que sabía lo que en ella había ocurrido, con temor y temblor se acercó y, arrodillándose delante de él, le dijo toda la verdad. 34 Jesús le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.»35 Todavía estaba él hablando cuando de la casa del jefe de la sinagoga vinieron a decirle: «Ya no molestes al Maestro. Tu hija ha muerto.» 36 Pero Jesús, que oyó lo que decían, le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas. Sólo debes creer.» 37 Y con la excepción de Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo, no permitió que nadie más lo acompañara. 38 Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio mucho alboroto, y gente que lloraba y lamentaba. 39 Al entrar, les dijo: «¿A qué viene tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, sino dormida.» 40 La gente se burlaba de él, pero él ordenó que todos salieran. Tomó luego al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niña. 41 Jesús la tomó de la mano, y le dijo: «¡Talita cumi!», es decir, «A ti, niña, te digo: ¡levántate!» 42 Enseguida la niña, que tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Y la gente se quedó llena de asombro. 43 Pero Jesús les insistió mucho que no dijeran a nadie lo que había ocurrido, y les mandó que dieran de comer a la niña.

Recién nos movimos a nuestra nueva casa a finales del otoño del 2008, había un árbol sembrado en el jardín que estaba totalmente seco. Era como un pedazo de palo yerto y tieso sembrado en la tierra. Mi esposa me pidió que lo cortara para sembrar otro en su lugar, pero cuando lo iba a cortar un amigo me dijo, “¡No lo cortes, aún está vivo! ¡Ten fe!”. Yo no le creí y me eché a reír diciéndole, “¿No ves lo seco que está?” Sin embargo, él me insistió, “¡Créeme! No está muerto, solo está invernando.” Finalmente le creí y no lo cortamos. A los pocos meses, en primavera, nos sorprendió. Aquel árbol que en invierno parecía muerto, en primavera se convirtió en un frondoso, florido y verde árbol que adornaba nuestro jardín. ¡Era realmente hermoso! Mi amigo tenía razón. ¡Ese árbol aún tenía vida dentro de él!

En la orilla del lago, todos se burlaban de Jesús porque nadie podía entender por qué razón preguntaba “¿Quién me ha tocado?”, sabiendo que la multitud lo apretujaba. Sin embargo, de repente apareció una misteriosa mujer de entre la multitud quien dijo que había venido a Jesús con fe porque todavía tenía una esperanza. Aquella mujer desesperada que lo había perdido todo, su salud y su dinero, se acercó con valentía a Jesús esperando ser sanada y recibió su milagro debido a su fe.

Más tarde, en la casa de Jairo, todos se burlaban de Jesús cuando le dijo que su hija no estaba muerta, sino dormida. Sin embargo, luego se sorprendieron al ver a la niña, que poco antes había sido declarada muerta, levantarse de su lecho sana y salva. Aquellos padres amorosos que poco antes habían estado afligidos por la enfermedad mortal de su hija, ahora la abrazaban dando gloria a Dios por haberle dado vida una vez más. Su fe en el poder de Jesús había provocado un milagro para su hija.

La nueva vida en Cristo es una vida de fe de principio a fin. Entramos en ella por medio de la fe y permanecemos en ella por fe. Pero la fe debe ser probada. ¿Podemos concebir la vida en Cristo sin fe? No, de ninguna manera. Somos salvos por medio de la fe; vivimos por fe. ¿Podemos concebir la fe sin obras? Tampoco. Porque la fe sin obras está muerta en sí misma.

Al viajar por el Evangelio de Marcos, vemos a muchas personas respondiendo con fe a las Palabras de Jesús. La fe es un tema central en el ministerio de Jesús, por eso él le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas. Sólo debes creer.» (Marcos 5:36), y a la mujer enferma le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.» (Marcos 5:34). Como cristianos estamos llamados a vivir una vida de fe. Cuando tenemos fe en Jesucristo, estamos diciendo que confiamos en él y que nuestra vida depende de él.

En algún momento de la vida todos enfrentamos situaciones angustiosas. Quizá hoy mismo te encuentras en medio de uno de ellos y estás sin esperanza, abatido, derribado, desanimado, lleno de temor. Quizá, no sabes a quién acudir para que te ayude a encontrar una solución a tu problema. Quizá no conoces a nadie que te sirva de ejemplo para afrontar esta situación.

En el mensaje de hoy veremos tres maneras de cómo el actuar por fe en la Palabra del Señor nos alienta para afrontar todo tipo de situaciones y salir victoriosos.

1. La fe te lleva a buscar al Señor con humildad.

Entonces vino Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga, y cuando lo vio, se arrojó a sus pies. (Marcos 5:22)

Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.» (Marcos 5:27-28)

2. La fe te quita el temor ante las malas noticias.

Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, pero que lejos de mejorar había gastado todo lo que tenía, sin ningún resultado. (Marcos 5:25-26)

Todavía estaba él hablando cuando de la casa del jefe de la sinagoga vinieron a decirle: «Ya no molestes al Maestro. Tu hija ha muerto.» (Marcos 5:35)

3. La fe te hace créele solo a Dios y no a las circunstancias.

Entonces la mujer, que sabía lo que en ella había Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.» ocurrido, con temor y temblor se acercó y, arrodillándose delante de él, le dijo toda la verdad. (Marcos 5:27-28)

Pero Jesús, que oyó lo que decían, le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas. Sólo debes creer.» (Marcos 5:36)

Así mismo sucederá hoy contigo. Si vienes y te rindes humildemente ante el Señor Jesús y le cuentas en oración tu problema, por difícil que sea, aunque parezca irremediable; si oyes atentamente su voz y crees solamente a lo que él te dice sin prestarle atención a las circunstancias o a lo que te dice la gente, entonces verás ocurrir un milagro que te sorprenderá. Recuerda que Dios es “poderoso para hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20). Entonces, ¡No temas, solo debes creer!